Editorial Algaida

Lo que pone en la contraportada

Rafael Montalbán tiene una forma poco ortodoxa de ganarse la vida: de jueves a sábado custodia la puerta de un club de alterne, y el resto de la semana ejerce de guardaespaldas ocasional y de cobrador de deudas por cuenta ajena. Pero su vida no fue siempre así: veinte años atrás era un boxeador prometedor que estuvo a punto de luchar por el título de Campeón de Europa superwelter, pero las cosas se torcieron: se enamoró de la mujer que menos le convenía y acabó traicionando a la única persona que se había portado bien con él. Ahora ha decidido empezar de nuevo, y cuando un periodista le propone ir a un programa de radio para contar su vida a los oyentes encuentra la excusa perfecta para expiar sus culpas. Pero eso no será más que el principio. Para volver al punto donde su existencia tomó un desvío equivocado y ajustar cuentas con el pasado deberá emprender un viaje que lo llevará desde Madrid hasta la costa de Cádiz, y luego a Lisboa.
Con una poderosa historia de amor y venganza como telón de fondo y la necesidad de ser aceptado por los demás, El síndrome de Mowgli es muchas cosas a la vez: una novela descarnada y tierna por momentos, donde el protagonista, Rafael Montalbán, por mucho que lo ha intentado no ha logrado encontrar su lugar en el mundo, como el protagonista de El libro de la Selva; un homenaje al personaje creado por Ruyard Kipling y a los libros y a los héroes que marcaron las lecturas de nuestra niñez; pero sobre todo es la confirmación como novelista de Andrés Pérez Domínguez, que atrapa al lector con su habitual fluidez narrativa y el espléndido desarrollo psicológico de los personajes.

sábado, 27 de diciembre de 2008

La crónica especializada (CEADE)

ANDRÉS PÉREZ DOMÍNGUEZ Escritor

Escrito por Patricia Lomas
“Me gustaría ser un escritor invisible”

Prefiere desaparecer detrás de las historias y que la novela deje de pertenecerle en manos de sus lectores. Sonriente y en pose relajada, se muestra humilde y entusiasmado al hablar de su trabajo. Tres éxitos en las librerías y multitud de premios acompañan a un sevillano que escribe sin dejarse condicionar por el mercado literario
Andrés Pérez Domínguez (Sevilla, 1969), comenzó a ganar conciencia en sí mismo como escritor tras participar en diversos concursos literarios de los que resultó premiado. Es el autor de las novelas El síndrome de Mowgli (Premio Luis Berenguer, 2008), El factor Einstein, La clave Pinner, las novelas cortas Los mejores años (Premio José Luis Castillo-Puche, 2002) y Duarte (Premio Tierras de León, 2002), la colección de cuentos Estado provisional (Premio Ciudad de Coria, 2001), y el relato Ojos Tristes (Premio Internacional de Cuentos Max Aub, 2001). Además, conduce el espacio "La biblioteca de Protagonistas", en Protagonistas Sevilla, que dirige y presenta Cristóbal Cervantes en Punto Radio, donde también se emite un artículo suyo cada semana, "La separata".
Pregunta. ¿Qué le impulsó a comenzar a escribir?
Respuesta. La escritura es una continuación del placer de la lectura. Nadie llega a ser escritor sin haber sido un lector compulsivo. Entonces llega un momento en que uno no tiene bastante con eso y quiere estar al otro lado de la barrera. Es la necesidad de contar algo, de ofrecer tu visión del mundo a los demás. Yo escribo para mí mismo, es decir, supongo que alguien me va a leer, pero yo no estoy condicionado por eso. Creo que estar condicionado en este sentido es malo ya que para escribir tienes que tener total libertad.
P. ¿Fueron difíciles sus primeras andaduras por el mundo literario?
R. (Sonríe) Yo tengo cartas de rechazo como para empapelar una habitación de editoriales que no han querido publicarme. Incluso después de haber publicado te pueden rechazar igualmente. Te la juegas en cada libro. Publicar te permite una cosa muy importante que es ganar conciencia en ti mismo y ver que lo que estás haciendo puede interesarle a los demás. Es como una bola de nieve que cada vez se va haciendo más grande. Para escribir hay que tener una paciencia refractaria al desánimo.
P. Hay muchas críticas en torno a la justicia de los certámenes literarios… ¿qué opinión tiene al respecto?
R. Hay mucho desconocimiento y mucha mitología, pero después te das cuenta de que no es así y de que la mayoría de las veces, sobre todo en certámenes sin interés comercial, en el noventa y nueve coma nueve por ciento, no hay trampa ni cartón, que son premios limpios y que gana la mejor obra. No quiero decir que los otros no sean limpios, lo único es que a veces están condicionados a determinados aspectos comerciales que desde fuera pueden ser un poco difíciles de entender.
P. ¿Qué es lo que más le molesta de las personas con las que has tenido que tratar?
R. En el mundo literario hay mucha presunción y mucha vanidad. Eso me molesta. A mí me gusta pasar desapercibido, aunque parezca un poco paradójico, porque en esta profesión tienes que aparecer en los medios, hacer entrevistas… pero todo ello forma parte de tu trabajo. Me gustaría ser un escritor invisible, pero eso es imposible.
P. Sus novelas… ¿son más fruto del trabajo duro o de la inspiración?
R. Siempre digo esa frase tan manida de Picasso de “cuando venga la inspiración que me encuentre trabajando”. Supongo que la poesía es diferente, pero la escritura de novela sobre todo es mucho trabajo. Escribir una novela es como correr una maratón… muchos kilómetros. Son muchos meses y muchas horas hasta que al final ve la luz. Mucha gente se desanima porque al principio uno empieza estimulado por los personajes que ha creado o por la idea tan bonita que se le ha ocurrido, pero pasar de la página tres es muy complicado. Es un trabajo de mucha constancia.
“Me gusta la gente que es tan buena en su trabajo que no necesita demostrarlo”
P. Sobre todo porque su trabajo tiene una importante fuente documental…
R. Soy muy escrupuloso. De las tres novelas que he publicado, dos giran en torno a la Segunda Guerra Mundial. Una novela así tiene que ser verosímil, tiene que ser creíble, y para eso tienes que documentarte mucho, leer mucho, visitar lugares… tienes que entender cómo piensan los personajes que tú estás creando. En la novela sólo se ve la punta del iceberg, pero lo que está debajo es muy importante.
P. En líneas generales… ¿cómo definiría usted mismo su obra?
R. Hay unos elementos comunes en mi obra que son la traición, el sacrificio, la amistad y la responsabilidad. La mayoría de mis personajes principales no se han portado muy bien en el pasado y la vida les brinda una segunda oportunidad para redimirse. Creo que eso de la traición viene -porque me lo han dicho muchas veces – como eje central del espionaje, pero yo no creo que mis novelas sean de espías. Para mí lo importante de las novelas son los sentimientos, los personajes. Lo que pasa es que el espionaje me viene muy bien para desarrollar diversos aspectos. Hay a quien le recuerda esto un poco a las novelas de John le Carré o Graham Greene. Este último es uno de mis autores favoritos y como era uno de los que leía mucho cuando era muy jovencito puede que el tema de la traición me venga por ahí, ya que es algo que a él le obsesionaba mucho.
P. ¿Podría hablarme de su próximo proyecto?
R. Tengo varias recopilaciones de cuentos que me gustaría publicar y creo que será lo próximo que publique, pero no lo se. También tengo una novela corta que terminé el año pasado y, además, estoy ahora mismo en la recta final de una novela en la que vuelvo otra vez a la Segunda Guerra Mundial. Supongo que la tendré terminada en un mes y medio aproximadamente. Una de las cosas que he aprendido con el tiempo es a seguir trabajando independientemente de saber si vas a publicar o no…ya vendrá la oportunidad.
P. Ha mencionado a John Le Carré y a Graham Greene… ¿los considera referentes en su trabajo?
R. Las novelas que tienen que ver con el espionaje son referentes. Y estos autores, sobre todo, porque se les está considerando con el tiempo grandes autores de novelas del siglo XX. Eso me parece estupendo sobre todo porque son escritores que exploran el alma humana, que es lo que a mí me interesa.
P. Tras publicar la primera novela… ¿nota que el público es más benevolente o más exigente?
R. Creo que siempre es más exigente. A veces me preguntan si, después de haber publicado y haber tenido cierto éxito, se relaja uno más. Creo que no. El que piense que va sobrado… va por mal camino y tiene todas las posibilidades de estrellarse. Lo que sí es que la responsabilidad es mucho mayor, pero hay que intentar no perder la frescura. Por ello lo que decía antes de intentar no pensar en los lectores. Hay que seguir siendo uno mismo y hacer lo que te apetezca. Una de las cosas que tuve muy claras cuando me metí en este mundo es que iba a escribir como me diera la gana y lo que yo quisiera. Cuando publiqué mi primera novela, La Clave Pinner, mis editores querían que la siguiente tuviera las mismas características. Sin embargo, escribí El Síndrome de Mowgli, que no tiene nada que ver. Gracias a eso, aunque tardó algo más en publicarse, ganó premios y tiene éxito. Cuando escribes un libro ocurre algo maravilloso, y es que el libro deja de pertenecerte. Cada lector empieza a verlo de una manera distinta y empieza a ver cosas que tú ni siquiera habías querido poner en la novela. Eso es bonito y tienes que dejar que suceda, pero el libro lo tienes que escribir tú sin dejarte condicionar por eso.
“Para escribir hay que tener una paciencia refractaria al desánimo”
P. ¿Alguna vez ha coincidido con algún desconocido que estaba leyendo su libro?

R. (Se ríe) Sí, me ha ocurrido una vez.
P. ¿Qué sensación tuvo?

R. Es un placer, pero procuro no decir nada porque soy muy respetuoso con los lectores. El autor tiene que desaparecer, hasta cierto punto, detrás de las historias. Prefiero que sean ellos los que se acerquen a mí por una cuestión de respeto. Es curioso (sonríe), porque hace poco me contó una persona conocida que vio a alguien leyendo mi libro en París. Era un ejemplar de El Factor Einstein y la verdad es que me hizo mucha ilusión.
P. Dígame una frase muy suya.
R. Hay una frase que no es mía, es de Winston Churchill, pero la aplico cada vez que tengo ocasión o cada vez que me flaquea el ánimo: nunca, nunca, nunca abandones. Además se puede aplicar a todo. Si no hubiera dejado tirados a los españoles durante la II República, Churchill hubiera sido uno de los hombres a los que más admiración tendría porque era muy inteligente y luchador.
P. Le da mucha importancia a los sentimientos dentro de sus novelas, pero en la vida real… ¿cree se puede vivir sin amor?
R. No. De hecho creo que nadie vive sin amor de una manera u otra. Otra cosa es que lo confiese.
P. Dígame una palabra cuyo significado deteste
R. Hay varias. La envidia, la mentira, la prepotencia, la soberbia… Me molestan mucho los malos modales… ¡lo odio! Cualquiera que me lea y, sobre todo, que siga mis artículos en los medios se dará cuenta de que esas palabras no me gustan.
P. ¿Y una palabra por la que sienta un respeto absoluto?
R. Más que por una palabra, siento un absoluto respeto por la gente que se esfuerza en hacer bien su trabajo. Y sobre todo me gusta la gente que es tan buena en su trabajo que no necesita demostrarlo.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Blog de José Luis Muñoz

EL SÍNDROME DE MOWGLI fue galardonada el año pasado con el prestigioso premio Luis Berenguer y es una novela negra, de ello no hay la más leve duda ─ por sus ambientes, por sus personajes, por la estética del perdedor que recorre todas sus páginas ─, maravillosamente bien trabajada, más atenta al apunte psicológico de los personajes, tanto principales como secundarios, que a la trama novelesca en sí misma.
Rafael Montalbán ─ ¿quizá un guiño novelístico de su autor a uno de nuestros padrinos de la novela negra criminal que es un referente obligado para todo aquel que cultive el género? ─ es un ex púgil que dejó su carrera cuando estaba a un paso del triunfo y trabaja como matón a sueldo, una versión de cobrador del frac con puños de acero, se enamora de una mujer que no le conviene y esa relación le lleva progresivamente a la ruina. En su camino, jalonado de traiciones, debe enfrentarse a Luis, un peligroso mafioso con el que tiene cuentas pendientes, al que pretenden desbalijar.
La novela de Pérez Domínguez, fluida y amena, retrata con precisión a los personajes que deambulan por ella y recrea con maestría la sordidez de los ambientes por los que se mueven. Soy de la opinión de que el eje fundamental sobre el que debe bascular una buena novela negra, lo que la hace realmente acreedora de esa etiqueta, no es la trama policial en sí sino la atmósfera que se recrea y la caracterización de los personajes, y en ambas tareas el autor de EL SINDROME DE MOWGLI saca una nota muy alta.
Buena literatura para todos los que amen un género que empieza, por fin, a ser reconocido en nuestro país.
JOSÉ LUIS MUÑOZ
Esta reseña puede leerse también en la dirección

miércoles, 3 de diciembre de 2008

escritoresvascos.com

Andrés Pérez Domínguez y El síndrome de Mowgli

Escrito por Alex Oviedo
Martes 02 de Diciembre de 2008 17:54

La última novela de Andrés Pérez Domínguez se titula El síndrome de Mowgli (Algaida) y tiene algo de verídica. Al menos en cuanto a su arranque se refiere. En el verano de 2003, el escritor sevillano hizo un programa en Onda Cero en el que se entrevistaba al autor de una novela como si él fuera su propio personaje. En aquella ocasión era David Torres, que había quedado finalista del Nadal con El gran silencio, y cuyo protagonista es un boxeador que se dedica a dar palizas por encargo... "Entonces una mujer me mandó una carta, escrita a mano y con muchas faltas de ortografía, en la que me pedía el teléfono del protagonista de aquella novela porque quería contratarlo para darles una paliza a unos vecinos que le estaban haciendo la vida imposible".
Semejante material le pareció a Andrés Pérez Domínguez de una fuerza tan grande que decidió incluirlo en una historia que ya había comenzado y cuyo protagonista era también un boxeador. Un productor radiofónico llama a Rafael Montalbán para que cuente su vida por la radio bajo un nombre falso. Y gracias a esto se pone en contacto con él una mujer que reconoce su voz y de la que estuvo enamorado veinte años atrás. A partir de ahí, viaja hasta Cádiz a buscarla para fugarse con ella a Lisboa. "Y mientras el pasado no deja de perseguirles", apunta el autor, que con El síndrome de Mowgli obtuvo el último premio Luis Berenguer.

¿Qué es el síndrome de Mowgli?
Leí El libro de la selva con once años y me quedó un regusto amargo. Mowgli me daba mucha pena. Creo que Disney ha hecho películas muy buenas para niños, pero ha edulcorado gran parte de las historias, desvirtuando muchas veces su sentido. En la novela de Kipling, Mowgli es un cachorro de hombre que vive con los lobos; pero llega un momento que es demasiado inteligente para vivir con ellos, por lo que lo echan de la manada y se va a vivir con los humanos. Pero allí lo consideran demasiado salvaje, por lo que debe volver a la selva. En mi novela, Rafael Montalbán, aunque es un tipo al que contratan para dar palizas, tiene buen corazón. No está a gusto en el mundo en que vive, pero sabe que con su aspecto no encaja en ningún sitio. El síndrome de Mowgli no es más que la falta de pertenencia, aquello que te hace que no acabes de encajar en ningún sitio. Algo que en mayor o menor medida hemos padecido todos en algún momento de nuestras vidas.

¿Por qué te interesaba el mundo del boxeo?
Porque es muy literario, y porque es una metáfora de la propia vida. Muchas veces te tienes que levantar aunque te hayan tumbado. Y esa atmósfera marginal que desprende. Pero es gente que está ahí, tipos que tienen un respeto enorme por el adversario, mucho más de lo que se podría pensar. Dentro de las doce cuerdas del cuadrilátero la vida es mucho más sencilla, hay una serie de reglas inquebrantables... Pero no es una novela de boxeo, eso hay que dejarlo claro.

¿Una historia de amor por encima de todo lo demás?
Creo que sí. Me he dado cuenta en mis últimas tres novelas que manejo una serie de elementos comunes. Uno de ellos es el de escribir sobre personajes que se sienten culpables por haber traicionado en el pasado y que quieren redimirse en el presente. Y por otro lado el amor. Para mí son sobre todo novelas de sentimientos.

Al principio de la novela se ve a un protagonista acabado. ¿Pretendías redimirle precisamente a través de lo que nos contase?
Está planteada como un combate de boxeo que se inicia en el último asalto, pero que se va contando hacia atrás. Me gusta mucho el recurso del flashback.
Has recibido por la novela no sólo un premio sino también críticas muy buenas...
Sí, aunque lo importante de todo esto es intentar no darle importancia. Un premio no es más que una serie de personas que se reúnen y deciden que tu novela les gusta más que otras. Eso no hace ni mejor ni peor una obra, pero es cierto que te da una mayor promoción porque hoy en día encontrar un hueco en la mesa de novedades está cada vez más caro. Hay escritores que dicen que lo que quieren es que les lean y que les dan igual las críticas. Yo creo que ambas cosas han de ser compatibles. Es posible hacer novelas entretenidas que gusten a los críticos.

El síndrome de Mowgli en El público lee

El síndrome de Mowgli en Eitb (programa Forum)

Presentación en Madrid

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