Editorial Algaida

Lo que pone en la contraportada

Rafael Montalbán tiene una forma poco ortodoxa de ganarse la vida: de jueves a sábado custodia la puerta de un club de alterne, y el resto de la semana ejerce de guardaespaldas ocasional y de cobrador de deudas por cuenta ajena. Pero su vida no fue siempre así: veinte años atrás era un boxeador prometedor que estuvo a punto de luchar por el título de Campeón de Europa superwelter, pero las cosas se torcieron: se enamoró de la mujer que menos le convenía y acabó traicionando a la única persona que se había portado bien con él. Ahora ha decidido empezar de nuevo, y cuando un periodista le propone ir a un programa de radio para contar su vida a los oyentes encuentra la excusa perfecta para expiar sus culpas. Pero eso no será más que el principio. Para volver al punto donde su existencia tomó un desvío equivocado y ajustar cuentas con el pasado deberá emprender un viaje que lo llevará desde Madrid hasta la costa de Cádiz, y luego a Lisboa.
Con una poderosa historia de amor y venganza como telón de fondo y la necesidad de ser aceptado por los demás, El síndrome de Mowgli es muchas cosas a la vez: una novela descarnada y tierna por momentos, donde el protagonista, Rafael Montalbán, por mucho que lo ha intentado no ha logrado encontrar su lugar en el mundo, como el protagonista de El libro de la Selva; un homenaje al personaje creado por Ruyard Kipling y a los libros y a los héroes que marcaron las lecturas de nuestra niñez; pero sobre todo es la confirmación como novelista de Andrés Pérez Domínguez, que atrapa al lector con su habitual fluidez narrativa y el espléndido desarrollo psicológico de los personajes.

domingo, 26 de octubre de 2008

El Tintero


Diagnóstico: El síndrome de Mowgli, de Andrés Pérez Domínguez
Yolanda Barambio Checa
El Síndrome de Mowgli (Algaida), una novela negra al margen de los estereotipos nos hace vivir y sufrir la vida de Rafael Montalbán, llevados por un verbo fácil y cuidado, enganchados por un personaje que siempre llega a las últimas consecuencias de su vida, que asume sus errores. Montalbán quiere volver a empezar, no para enmendar lo que pasó, sino para comenzar una nueva vida alejada de frustraciones pasadas, para ello, el inicio de su nuevo viaje se encuentra en la ciudad donde se perdió definitivamente, Lisboa. Andrés Pérez Domínguez nos hace encontrar el refugio de una buena historia llena de personajes verdaderos, con una trama que sorprende por profunda y redonda. El Síndrome de Mowgli hace que dejemos de tenerlo porque será complicado no identificarse en ninguno de sus pasajes. Todos encontramos nuestro lugar junto a Montalbán que no piensa dejar de buscarlo.
¿Rafael Montalbán es un héroe, un perdedor o un romántico?
No es un héroe al uso, desde luego. En realidad, yo diría que es un poco quijotesco. Él ha emprendido un viaje a Lisboa con el amor de su vida, y es consciente de que puede que sea absurdo, pero a pesar de ello quiere llegar al final, aunque el pasado no deje de perseguirlos, aunque quizá no tenga sentido esa huida. Me pregunta mucha gente si no será un antihéroe, y no estoy de acuerdo. Un antihéroe es otra cosa. La definición que más me gusta, y la que creo que mejor le viene a Rafael Montalbán, es la que suele hacer Arturo Pérez-Reverte de sus personajes: dice que son héroes cansados. Yo creo que Montalbán es un héroe cansado, un tipo que ya tiene el colmillo demasiado retorcido como creer en los héroes, pero que, a pesar de todo, y por las circunstancias en las que se va a ver envuelto, no le queda más remedio que ser un héroe, tal vez a su pesar.
También es un perdedor, pero quiero matizar que es un perdedor con dignidad, que son los que a mí me interesan. Un tipo que a pesar de la derrota y la vida fracasada jamás se rinde, que sigue luchando. Supongo que eso le viene por haber sido boxeador: Montalbán está acostumbrado a no rendirse, y, sobre todo, tiene claro que hasta que no se llega al último asalto la pelea no ha terminado. Ni en el cuadrilátero ni en la vida.
Es un romántico, claro. Si no, no seguiría perdidamente enamorado de una mujer que lo traicionó dieciocho años atrás.
No estamos acostumbrados a este tipo de personajes en la novela negra, todos son atípicos, ¿Lo has hecho a propósito?
Sí. A mí me gusta huir de los tópicos, del encasillamiento. Yo quería que Rafael Montalbán fuera sobre todo un tipo con buen corazón, a pesar de dedicarse a dar palizas por encargo, cobrar deudas a morosos, ser espantador de amantes por cuenta de maridos cornudos o portero de club de alterne. Tampoco me gusta mucho la clasificación por géneros. Yo no creo mucho en los géneros. Creo en la Literatura. Simplemente. Mis dos novelas anteriores, La clave Pinner y El factor Einstein, tenían unos personajes que estaban relacionados con el mundo del espionaje y la Segunda Guerra Mundial, pero para mí no son novelas de espías, sino novelas que hablan sobre todo de sentimientos, que es lo que a mí me interesa, por encima de todo, en las historias que escribo. Con El síndrome de Mowgli ocurre lo mismo. Es la historia de un hombre que busca la manera de redimirse de un pasado en el que no se ha portado todo lo bien que tenía que haberlo hecho. Por alguna razón, esto es un denominador común en toda mi obra: la traición y la forma en que los personajes buscan redimirse de ella.
Nos pasamos toda la novela pensando que traicionó a su admirado jefe pero luego descubrimos que no fue para tanto y que además dejó el boxeo no porque perdiera combates, sino porque uno de ellos lo ganó en exceso; es demasiado bueno incluso para retener a la persona que ama, ¿cómo se explica esta psicología?¿En el fondo cómo es el protagonista?
No fue para tanto pero para él sí que lo fue. Rafael Montalbán es un hombre de principios, y un hombre de principios nunca podrá estar tranquilo mientras no haya arreglado las cuentas de sus errores. Y es que es, sobre todo, una buena persona. Lo que ocurre es que en la vida uno no siempre hace lo que quiere, sino lo que puede. Él es un cazador solitario, pero sobre todo es como Mowgli. Yo recuerdo que, cuando leí El libro de la selva, de Rudyard Kipling, tenía once años, y la sensación que me quedó fue de mucha pena de Mowgli. Nada que ver con la película de Disney. A Mowgli lo crían los lobos hasta que crece y empiezan a desconfiar de él porque es demasiado inteligente, porque es un hombre, y lo echan de la manada. Luego se va a vivir a la aldea con los hombres y éstos lo consideran demasiado salvaje para estar con ellos, con lo que lo único que le queda es irse a vivir solo a la selva, convertirse en un cazador solitario. Rafael Montalbán, el protagonista de la novela, reflexiona y llega a la conclusión de que a él le ocurre lo mismo que a Mowgli. Es un matón a sueldo pero no se siente a gusto en ese mundo, pero también sabe que ya es demasiado tarde para poder encajar en otro. El síndrome de Mowgli es una metáfora con la que, por lo que me cuentan los lectores, se está identificando mucha gente. No es más que la falta de pertenencia, lo que le sucede a quienes no acaban de encontrar su lugar en el mundo, como una pieza de puzle que nunca termina de encajar. De algún modo u otro, parece que mucha gente se ha sentido en algún momento como Mowgli.
¿Por qué Lisboa?
Lisboa es una ciudad que, con esas fachadas gastadas por la sal del Atlántico, esas cuestas empedradas o la música de los fados me venía muy bien para esa atmósfera melancólica que yo quería que tuviese la historia. Es una ciudad a la que Montalbán tenía que haber ido con Lola dieciocho años atrás pero no pudo ser, y él ahora quiere al menos llegar hasta allí con ella. Podría haber elegido cualquier otra ciudad, y, de hecho, he procurado que no sea la Lisboa turística. Por eso Montalbán en ningún momento hace referencia al nombre de ningún monumento o ninguna calle o plaza, aunque el lector que haya estado en Lisboa seguro que los reconocerá. De algún modo, ir a Portugal significa para los personajes de El síndrome de Mowgli lo mismo que significaba para los forajidos de las películas del Oeste cruzar el Río Grande hacia México. Es pasar al otro lado de una frontera y tener una sensación mayor de libertad, tal vez falsa, pero reconfortante para quienes, como Rafael Montalbán y Lola, están huyendo de su pasado, que no va a dejar de perseguirlos hasta el final.
El libro está escrito en primera persona, ¿Significa que, por fin, Montalbán se ha dedicado a escribir y ha empezado por su vida?
No, no tiene por qué. Pero también es posible que sí, porque habrá tantas interpretaciones posibles como lectores tenga la novela. Y esa es una de las cosas más fascinantes de la Literatura, que una vez que los libros pasan a los lectores empiezan a ser leídos e interpretados de múltiples maneras, muchas veces sorprendentes para el autor. En cualquier caso, la novela está escrita en primera persona porque me permitía un mayor acercamiento al personaje principal, a su voz o a su forma de pensar o de ver la vida, y porque la primera persona, aunque te limita la perspectiva a un sólo personaje, también te permite, creo, muchas licencias.
Es un final abierto, ¿tendrá una segunda parte?
No es ésa la razón, aunque me lo preguntan constantemente. A mí es que me gustan mucho los finales abiertos. Como lector no me gusta que me lo den todo hecho, sino que me den que pensar. Yo prefiero que el lector pueda completar él mismo la historia, o que cuando haya pasado un tiempo después de haber leído la novela caiga en la cuenta de ciertos detalles. Considero que los lectores son muy inteligentes y, como tales, no me parece bien quitarles la posibilidad de que ellos sean los que saquen sus propias conclusiones.
No sé si escribiré una segunda parte o si sacaré algunos de los personajes de El síndrome de Mowgli en una futura novela. Puede que sí y puede que no. Después de haber publicado La clave Pinner, que también tiene un final muy abierto, me quedó la sensación de que lo que se esperaba de mí era otra novela en la que el espionaje fuese la columna vertebral, y escribí El síndrome de Mowgli. Por una serie de circunstancias, en aquel momento no pudo publicarse, pero al final me alegro porque ha terminado ganando el premio Luis Berenguer, uno de los más prestigiosos de Andalucía. Pero mientras tanto escribí El factor Einstein que acabó publicándose antes que El síndrome de Mowgli. Quiero decirte con esto que nunca se sabe qué va a pasar en el futuro. Aunque es curioso que con las tres novelas me han formulado la misma pregunta: ¿escribirás una segunda parte? Puede que sea por esa costumbre que tengo dejar abierto el final, aunque espero que también sea porque los lectores se han quedado con ganas de seguir leyendo la historia que les he contado.
¿Cuántos homenajes tiene El síndrome de Mowgli?
Muchos, muchos. El primero, es obvio: El libro de la selva, de Kipling. Pero sobre eso ya te he hablado. Luego están los tebeos (a mí me sigue gustando más la palabra tebeo que cómic) que leí de niño: El Guerrero del Antifaz, El Capitán Trueno, El Jabato... El Guerrero del Antifaz, sobre todo, también era un poco como Mowgli: no puede vivir ni con los musulmanes ni con los cristianos porque no acaba de encajar en ningún mundo y no le queda más remedio que colocarse un antifaz y ser un guerrero solitario. Luego está El invierno en Lisboa, de Antonio Muñoz Molina, y muchas películas, muchos libros y muchos recuerdos que llevo guardados en mi memoria.

jueves, 23 de octubre de 2008

Unión web


Una inquietante aventura



Union-Web/Valencia
El personaje de la novela de Kipling, Mowgli, en el Libro de la Selva, es un ser aprisionado entre dos mundos a ninguno de los cuales termina de pertenecer. Esa es la encrucijada del protagonista de la obra de Andrés Pérez Domínguez.
Un boxeador que no llegó a ser el campeón que ansiaba y que por el sumidero de su fracaso deportivo parece que se le escapa el resto de su vida. Ya no es un deportista disciplinado e iluso, pero tampoco consigue ser un ciudadano con un trabajo normal, estable y mediocre. Parece que quienes se educaron en la persecución de la quimera no consiguen adaptarse al mundo real.
Los lectores se verán atrapados en los vericuetos de ilusiones, miedos y aventuras de este ex-boxeador, metido a guardaespaldas, portero de discoteca y hombre enamorado de una mujer fatal. En él, conviven el valor y la caballerosidad algo fatalista que acompañan a los héroes quijotescos de nuestra literatura.
Si existen otras dimensiones paralelas, Montalbán, que es como se llama el protagonista de esta novela, vive en una de ellas, aquí al lado, en esa realidad paralela a la que nos trasplantamos con la lectura. Primero es una mirada furtiva, después viene la sorpresa de encontrarnos a nosotros mismos en reflexiones que creíamos olvidadas, y al final terminamos viviendo el estrés, la tensión y la vida del otro como si fuese la nuestra.
Y es que todos hemos sido Mowgli alguna vez, todos vivimos entre dos mundos, el de nuestras ilusiones y nuestra vida, el peligro está en saber a lo que tienes que renunciar para quedarte en la vida real. Esta obra te invita a seguir andando, a mantener la tensión entre la vida y la ilusión sin renunciar a ninguna de ellas.
¿Por qué un boxeador? Le pregunto al autor:
-Escogí el boxeo de una manera deliberada. Es un deporte en el que has de levantarte muchas veces de la lona para seguir. Un lugar acotado por doce cuerdas, donde se vive con reglas y disciplina que te abandonan cuando te enfrentas a la vida de fuera del ring.

¿Eres consciente que ahondas en el mito de la mujer fatal?
-Soy un escritor hasta ahora de protagonistas masculinos. Escribo desde los sentimientos de mis protagonistas, por eso las mujeres ocupan personajes secundarios, que influyen en todo, que están presentes en toda la obra, pero que apenas intervienen en la acción. En este caso es el papel de mujer fatal, por supuesto, pero Montalbán no la culpa de sus penas, ella es simplemente así.
¿Existe realmente ese mundo de violencia, de guardaespaldas, de matones?
-Esto es una realidad con la que convivimos, en algún programa de radio hemos presentado como reales a algunos de estos personajes de ficción y muchos oyentes han reaccionado tratando de contratarlos.
¿Por qué haces que tu protagonista mantenga la honradez, la lealtad, el amor a la vida en un mundo tan difícil donde no va a tener ninguna recompensa por ello?
-Mis personajes mantienen todo un espíritu quijotesco, sino no los reconocería como míos. El hombre que yo vivo es un ser complejo que termina redimiéndose por mantener sus principios, por mucho que estos le resulten inadecuados o perjudiciales.
¿Por qué un final tan sorprendente?
-Sin desvelar el contenido de la novela, me gustan esos finales donde el lector puede crear su propio desenlace.

lunes, 20 de octubre de 2008

La biblioteca imaginaria

Dicen que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. No somos conscientes a veces de nuestros propios errores, de ahí que volvamos a cometerlos; pero en otras tantas ocasiones, sí que sabemos lo que hacemos, y aún así no volvemos a caer en los mismos fallos, como si una fuerza insalvable nos obligara a ello. Éste último caso es el de Rafael Montalbán, el protagonista de la novela El Síndrome de Mowgli, obra ganadora del XVII Premio de Novela Luís Berenguer.
Rafael Montalbán, el que fuera una promesa del boxeo en su juventud, tiene dos oscuros trabajos, y ninguno de los dos le hace precisamente feliz. Tras pasar media vida como portero de un club de alterne y matón a sueldo, el destino del ex boxeador dará un giro el día en que decide ir a contar sus vivencias, para expiar sus pecados, a un programa de radio. El presente y el pasado se mezclarán en un viaje sin retorno que irá de Madrid a Cádiz, para acabar en Lisboa.
Hay historias que deben ser contadas en primera persona. Ésta es una de ellas. Efectivamente, el autor se mete en el pellejo de este ex boxeador de mediana edad y nariz aplastada, misántropo declarado, lector de comics, el mismo que sueña con ser escritor, para contarnos el profundo desasosiego en el que está inmerso, sus anhelos más sinceros. Éste singular narrador-protagonista no tiene ya ninguna prisa, y por ello se toma su tiempo a la hora de relatarnos tanto lo que pasa fuera como dentro de su torturada cabeza, sin perder el más mínimo detalle por el camino. Pocos hombres pueden presumir, sin embargo, de tener una visión de la vida tan clara: para Montalbán, la existencia es un ring de boxeo en el que se lucha contra oponentes que a veces son más ágiles y fuertes, siempre intentando ofrecer los mejores golpes. En otras ocasiones, se descansa en el rincón y la mayoría de las veces se necesita de un buen entrenador que te aconseje qué hacer en el próximo asalto. Esta metáfora continua ameniza la lectura, la hace sin duda original. Los entendidos del deporte, sabrán apreciarla como es debido. Y los que no teníamos ni idea, algo aprenderemos.
La mente de Montalbán intenta estar en el presente, pero irremediablemente siempre acaba en el pasado, en un tiempo que debería haber quedado lejano, casi olvidado. Pero las cosas, cuando no se superan, están siempre delante de nuestros ojos, tan nítidas como si sucedieran en el mismo instante en el que nos ponemos a recordarlas. Y es que hay personas y lugares a los que no se puede evitar volver. Para Montalbán, Lisboa es el lugar y Lola, la persona.
Lola es el amor eterno, el color en la vida de Montalbán, la sensualidad materializada, la gaditana con gracia, la astucia…; pero también la traición, la ambición desmedida, la dulce mentira, la araña capturadora de hombres, la mujer de otro. Su poder sobre Montalbán es infinito, casi como si lo tuviera embrujado. Pero, ¿acaso pueden las mujeres de este tipo cambiar, dejar de ser como realmente son? ¿Es posible volver a confiar en alguien así?
Llegados a este punto, la pregunta es obligada: ¿qué es exactamente “El Síndrome de Mowgli”? El Síndrome de Mowgli no es sólo una especie de enfermedad innata que, según Montalbán, convierte a los que la padecen en seres tan antisociales como el niño que fuera criado en la selva por animales salvajes, en unos inadaptados sin remedio, condenados a la eterna soledad porque parece imposible encajar en ningún grupo; sino también la necesidad de afrontar el pasado para poder mirar hacia delante, de intentar enmendar esos errores que no dejan de torturarnos, de volver sobre nuestros pasos aún a sabiendas de que la historia puede repetirse para, en definitiva, reconciliarnos con las personas que fuimos y poder seguir creciendo como seres humano.
A veces cuesta aprender de los errores. No queremos dejarnos ayudar ni ayudarnos a nosotros mismos. Y es que hay fallos en la vida que es mejor no volver a cometer, pues sus consecuencias pueden ser terribles. Esto y mucho más aprenderemos si nos adentramos entre las páginas de El Síndrome de Mowgli.
Cristina Monteoliva
publicado originalmente en www.labibliotecaimaginaria.es

domingo, 12 de octubre de 2008

Cuadernos del Sur

HÉROES

Una madrugada un tipo con la nariz rota y torcida, con carné falso y sin identidad propia, alguien que no existe en ningún sitio concreto, aunque responde al nombre de Montaner, es entrevistado en un programa de radio donde tiene la oportunidad de contar buena parte de su vida y, de alguna manera, expiar algunas de sus culpas en el pasado. Es la historia de Rafael Montalbán, un ex superwelter, que un buen día renunció a una carrera prometedora en el mundo del boxeo por una mujer, y desde entonces ha tenido una forma poco ortodoxa de buscarse la vida: portero de un club de alterne y matón a sueldo, como se desprende a lo largo de la entrevista. Aunque, después de veinte años, tras reconocer la voz en off de quien un día fuera el amor de su vida, decide encauzar, con otra perspectiva, su triste existencia para volver al punto de partida donde se equivocó y ajustar, de alguna manera, las cuentas a un pasado que, en una frenética búsqueda hacia la felicidad, lo llevará desde Madrid a la costa de Cádiz y desde aquí hasta una siempre añorada, Lisboa.
Andrés Pérez Domínguez (Sevilla, 1969) conseguía el XVII Premio Luis Berenguer por El síndrome de Mowgli (2008), en realidad, una historia de amor y de venganza, muy al uso de sus propuestas narrativas anteriores, sin esos elementos superfluos que emborronen su decisiva intención de ofrecer una literatura de características definidas, incluida la intriga, la acción, la aventura y una trama tan creíble como efectiva, aunque en esta ocasión, sus pretensiones vayan mucho más allá porque en su protagonista se vislumbra esa necesidad humana de ser aceptado por una sociedad caduca y banal, algo que le otorga al relato una dimensión diferente a la narrativa que estamos acostumbrados de Pérez Domínguez. En realidad, el personaje de Montaner, bien perfilado, creíble por sus actitudes y su dimensión misma, por mucho que lo ha intentado, nunca ha logrado encontrar su lugar en el mundo, como otros muchos de los héroes de la narrativa universal que, como al sevillano, marcaron las lecturas de nuestra niñez y juventud, incluido el personaje aludido de Kipling en El libro de la selva de ineludible referencia. Y es que su amor por Lola, entonces joven, le llevará a una escalada de asuntos sucios cuando, traicionado por la joven, decida olvidarse del mundo para entrar en esa absurda rueda donde la extorsión, la violencia, el crimen organizado y el dinero campean. Para conseguir su propósito tendrá que volver al infierno de antaño y rescatar a una Lola madura de la que aún se siente atraído para escapar con ella a la capital portuguesa de sus sueños. Pero también es verdad que, la novela desprende un sentimiento algo ajeno a la pasión, porque quien es capaz de amar mucho, no perdona fácilmente. El síndrome de Mowgli es, sobre todo, la confirmación como novelista de Andrés Pérez Domínguez, porque con una fluidez narrativa espléndida es capaz de sostener la intriga y la atención del lector, además de explorar un extraordinario desarrollo psicológico de los personajes principales.
Pedro M. Domene

sábado, 11 de octubre de 2008

ABC de Sevilla

Foto: Pepe Ortega
«El boxeo es una metáfora de la vida: si te tumban, te tienes que levantar»
9-10-2008
POR Mª EUGENIA GUTIÉRREZ

SEVILLA. Rafael Montalbán, un «tipo con buen corazón aunque con pintas de matón», es el protagonista de «El Síndrome de Mowgli» (Algaida), la última novela de Andrés Pérez Domínguez (Sevilla, 1969) -ganadora del XVII Premio Luis Berenguer-, donde se combina el entretenimiento con la calidad literaria, los valores morales con los sentimientos, dando así vida a la biografía personal de un «héroe cansado».
-«El que se sitúa fuera de la comunidad pierde de una forma u otra su cualidad de ser humano y se convierte en una especie de reencarnación de genios malignos, pero señalado y temido por todo el mundo». Rafael Montalbán es una de esas personas que vive al margen de la sociedad.
-¡Claro! ¡Es como Mowgli! La complejidad que tiene esta novela es que surge de una metáfora. Y esa metáfora es «El síndrome de Mowgli». Dysney hace unas películas muy bonitas, pero desvirtúa el sentido de las historias. Recuerdo que cuando leí «El Libro de la Selva» a mí me daba mucha pena de Mowgli porque, como todo el mundo sabe, era un cachorro-hombre criado por una manada de lobos, un cachorro-hombre que tuvo que dejar la manada porque desconfiaban de él. Y, entonces, se va a vivir a una aldea con los hombres. Pero de allí también tiene que huir porque los hombres lo consideran un animal. Y no le queda más remedio que convertirse en un cazador solitario de la selva. Montalbán se da cuenta de que le sucede lo mismo que a Mowgli. Es más, creo que todos hemos sido un poco Mowgli: Todos hemos estado en algún sitio que no nos ha gustado o trabajamos en algo que tampoco nos gusta. «El síndrome de Mowgli», en definitiva, es la falta de pertenencia, el no encontrar tu lugar en el mundo.
-¿Es un homenaje a los héroes de nuestra infancia?
-Sí. Lo que pasa es que Montalbán no es un antihéroe, si no que es más bien -y Arturo Pérez Reverte lo define muy bien- un «héroe cansado», es decir, una persona a la que no le queda más remedio que ser un héroe. Y, en cierto modo, sí que es también un homenaje a los tebeos de la niñez y al personaje de Ruyard Kipling.
-¿Se ha sentido más Graham Greene en esta novela, por eso de poder hurgar en el alma de Montalbán?
-Aunque mis otras dos novelas tienen como marco el espionaje y «El síndrome de Mowgli» no, existen ciertos aspectos comunes a todas ellas. Y es que hay ciertos temas que forman parte de mi universo literario, como es la traición y la manera de redimirse de ella, que sí que están presentes tanto en «La clave Pinner» como en «El factor Einstein». En esto sí que me parezco un poco a Graham Greene.
-Pero el hecho de que esté narrada en primera persona le permite ahondar en las pasiones y obsesiones del personaje.
-¡Claro! Porque una novela en primera persona te limita en cuanto a la perspectiva, ya que sólo expones el punto de vista de un personaje, pero a la vez tienes mucha más libertad para introducirte en el personaje.
-Una de las obsesiones de Montalbán es Lola, que aparece siempre como un espejismo ...
-Ese es otro de los puntos comunes en mis historias. Las mujeres siempre son el motor de la historia, aunque aparezcan en un segundo plano. Montalbán sabe que el viaje que va a emprender es absurdo. A pesar de ello, va a Madrid, viaja hasta la costa de Cádiz para luego encontrarse con ella en Lisboa. Sabe que es absurdo pero tiene que saldar la cuenta que tiene pendiente desde hace dieciocho años para poder empezar de nuevo.
-Si Montalbán fuese Ulises, por ejemplo, parece que no le importa tanto llegar a Ítaca como el hecho de emprender el viaje.
-Efectivamente porque lo importante para Montalbán es el camino y no la meta Pero también es un poco quijotesco porque sabe que su viaje es absurdo, aunque también sabe que está obligado a emprenderlo.
-«Un, dos, tres». El libro comprende tres asaltos, como si la vida fuese un combate de boxeo.
-Efectivamente, el boxeo es una metáfora muy interesante de la vida porque la vida a veces consiste en levantarse, en no rendirse y, si te tumban, volverte a levantar. Además, para un tipo como Montalbán estar dentro de un cuadrilátero supone dotar de un orden a su vida. Porque la vida fuera carece de reglas y nadie te respeta.
-La escena en la que Montalbán «expía sus culpas» participando en un programa de radio está basada en una anécdota real, ¿no?
-Eso es muy interesante. Llevo muchos años siendo colaborador de una emisora de radio y, por un lado, esto supone un homenaje a la radio. Por otro lado, lo que hago es ficcionar parte de un hecho real. En 2003 estaba haciendo en Onda Cero un programa literario donde entrevistábamos al autor como si fuese el personaje de su novela. Y uno de los escritores que entrevisté fue David Torres, que ese año había sido finalista del Premio Nadal con «El gran silencio», cuyo protagonista también es un ex-boxeador. Y a la semana me llega una carta de un señora de Barcelona pidiéndome que le diera el télefono de este personaje porque quería contratarlo para que le diera una paliza a sus vecinos, que le estaban haciendo la vida imposible y la policía no le hacía caso. Parece ser que Montalbán es un mal necesario en esta sociedad. Y utilicé esta anécdota como recurso en la novela.
-«En el momento adecuado. Uno llega a los sitios cuando ya no le importan», dice Muñoz Molina en «El invierno en Lisboa». ¿Por qué Lisboa?
-Con esas cuestas empedradas, las fachadas gastadas por la sal del Atlántico, la música de los fados ... todo me venía muy bien para darle ese halo melancólico que yo quería. Además, Lisboa significa para los personajes de mi novela poder cruzar una frontera y dejar atrás todo ese pasado.

lunes, 6 de octubre de 2008

El Correo Gallego II

Hablamos ahora de boxeo. Y, como decía Joyce Carol Oates, el boxeo no se parece a nada.
Un caudal de referencias vienen a nuestra mente. Es el Más dura será la caída. Es, cómo no, Rocky. Es, sobre todo, el infinito mar de la novela negra. Primero, con Sherlock Holmes –casi nadie recuerda que era la cualidad de la que más presumía el personaje: ser un buen pugilista de acuerdo con las normas de Pierre de Fredy, barón de Coubertin–; luego, con Raymond Chandler, con Dashiell Hammett, que trataron mejor que nunca los fantasmas casi siempre molestos y dolorosos del ring. Y, claro, está el Cortázar de La vuelta al día en ochenta mundos, maravilloso catálogo de obsesiones.En España, David Torres dio la campanada con El gran silencio, a la sombra del Premio Nadal. Antes, Francisco Ayala había tratado el tema con El boxeador y un ángel. José Mallorquí se ocupó del asunto prolijamente: en Tres amigos, en El, ella y el deporte, en Todo o nada, en Kayo, en Campeón impopular, en El séptimo round, en Pies planos, en El minuto final... Pero, sobre todo, érase que se era aquél alavés inconmensurable que se llamó Ignacio Aldecoa.
v ANDRÉS. De todos los escritores españoles de nuestros días, Andrés Pérez Domínguez es el más afortunado. Pocos han sabido construir, como él, un universo propio tan válido. Centrarse en los personajes, elaborar una historia para ellos, convirtiéndolos en modelos sólidos como tótems. Nos lo enseñó en El factor Einstein, editada en su día por mr. Ahora, se desmarca en Algaida con El síndrome de Mowgli.Esculpe a Montalbán como Melville a su Bartleby, como Borges a su Funes, como Chandler a su Philip Marlowe. Es claro, meridiano, conciso. A uno le recuerda lo mejor de Mickey Spillane: Kiss Me Deadly oYo, el jurado.
En su narración, las situaciones son reconocibles. Pasa algo universalizable. Ergo: sus criaturas fantasmales se convierten en arquetipos. Es la casuística posible que se transfigura en método. Ahí, lo sórdido se convierte en sublime, el dolor en un arma, los tálamos –estén en Chicago o en El Puerto– en festivos carruseles cósmicos.
Uno siente que ya no podrá vivir sin su fértil y delicada escritura. Dios nos conserve a Andrés muchos años.
Xurxo Fernández

Entrevista en El Correo Gallego

Cuando no hay un lugar en el mundo
05.10.2008
Andrés Pérez domínguez publica ‘El Síndrome de Mowgli’ en Algaida, premio Luis Berenguer
TEXTO: J. MIGUEL GIRÁLDEZ FOTOS: FERNANDO BLANCO
En pocas semanas he hablado dos veces con el gran Andrés Pérez Domínguez. El sevillano alcanzó un éxito notable con su novela anterior, El factor Einstein. Hablo con él en Santiago, de la mano de María Arias, siempre atenta, siempre al quite literario. Gracias, María, o sea. Y Andrés, qué decir. Un tipo estupendo. Descubro que tenemos amistades comunes, admiraciones comunes también: Luis Mateo Díez o José María Merino, uno de los más grandes narradores de cuentos de este país, junto a Antonio Pereira, pongamos por caso. Merino es buen amigo de Pérez Domínguez, y Andrés me dice que tiene cuentos preparados. A ver qué pasa. El síndrome de Mowgli acaba de ganar el premio Luis Berenguer de novela, y Algaida (Anaya) acaba de sacar una edición cuidada con mimo, como suele. La novela, que se escribió antes de El factor Einstein, lo merece. Es la mejor novela de Andrés Pérez Domínguez hasta el momento. La más cuidada, la más elaborada, la que mejor mantiene el edificio del estilo. Y, desde luego, la novela en la que los personajes son más perfectos y más complejos. Porque, más allá de la trama, imprescindible en una novela negra, y esta lo es, aquí estamos ante una historia de personajes, todos ellos fieramente humanos.
–Bueno, Andrés, parece que has cambiado de chip, has dejado un poco de lado la novela histórica y te destapas ahora con una novela negra pura y dura.
–He cambiado el marco. La clave Pinner y El factor Einstein se desarrollaban en la atmósfera de la II Guerra Mundial , eran novelas de espías, y esta es, en cambio, una novela contemporánea, actual, y no tiene nada de guerras ni de ambiente histórico. Pero mira, creo que está hecha con los mismos mimbres. Creo que son también personajes al borde del abismo, personajes que buscan un lugar en el mundo. Es lo que se llama, digamos, mi universo literario. Pienso que estoy en condiciones de decir que mi universo literario se basa en la traición, la redención, el sacrificio, la amistad y la responsabilidad. Creo que estos son los ingredientes que caracterizan mis intereses literarios.
-Me ha parecido una novela muy cuidada. Una novela, que, supongo, beberá de influencias tan claras como las de Dashiel Hammet o Raymond Chandler. Y bueno, he pensado que tu personaje, Montalbán, bien puede ser un homenaje, quizás involuntario, a Vázquez Montalbán. Pero sí, la trama es una trama de perdedores, de seres que no logran vivir en la selva contemporánea. El diseño de los personajes es, para mí, lo mejor de este libro.
-Sí, estoy de acuerdo en lo que dices, desde luego. Lo más importante de la novela es, pienso yo, la metáfora de la que surge la novela y que da origen al tírulo. Es verdad, se refiere a la gente que no logra encontrar un lugar en el mundo. Disney ha hecho grandes películas, pero a veces ha desvirtuado un poco las historia reales. Y hay que pensar en la historia verdadera de El libro de la selva. Mowgli tiene mala suerte, yo de niño sufría mucho con él. Me daba pena. Porque claro, llega un momento que es demasiado inteligente para los animales de la selva, pero también demasiado salvaje para los humanos de la aldea. Así que no encuentra su lugar. Y por eso se tiene que convertir en una especie de cazador solitario. A Rafael Montalbán, que es un matón, que se dedica a dar palizas por encargo, le pasa exactamente eso: es la pieza del puzle que no acaba de encajar. Y él lo sabe. Bueno, y en cuanto a lo de Montalbán, o Montaner, no pensé en Vázquez Montalbán, si soy sincero, aunque quizás sí lo hice inconscientemente, ahora que lo dices.
-Y está la radio, que sale en la novela, que es muy importante en la novela. Claro, tú también eres un hombre dedicado a las ondas, tienes tu espacio en Punto Radio, y...
-Sí, la radio es el lugar en el que Montaner va a expiar sus culpas. Es el lugar en el que ve a Teresa Bernal, la mujer de ojos verdes que conocía de verla en la televisión. La radio es una parte importante de la novela, y sí, claro, tiene que ver con mi experiencia personal. Luego están las mujeres, como Teresa Bernal o Lola, en este caso, que son el auténtico motor de todas mis novelas... son las personas que mueven los hilos detrás de todo... La verdad es que escribí esto porque entrevisté a mi amigo David Torres como personaje, no como autor (era algo que hacíamos para un programa de ámbito nacional). El personaje de David Torres también es un matón que da palizas por encargo, así que debió de resultar muy creíble en el papel de su personaje. Lo digo porque una mujer mayor me escribió a la radio y me pidió que le dijera cómo podía contactar con aquel hombre, o sea, "con el personaje de David Torres", porque sus vecinos le estaban haciendo la vida imposible... Ella quizás no se imaginaba que a quien estábamos entrevistando era al escritor, claro. Por eso coloqué a Montalbán en una radio: quería hacer un homenaje al medio.
-Es curioso cómo acaba yendo al programa de radio, aunque parecía que no lo deseaba. Y esa soledad, tras el programa... se siente como si lo hubieran utilizado. Pero bueno, a fin de cuentas, gracias al programa de radio, a haber contado su vida en directo, aparece de nuevo Lola en su vida. Lola, esa mujer ácrata, escurridiza, que tiene un gran magnetismo. Me pregunto si está diseñada sobre una persona real...
-Ya sabes lo que dice Vargas Llosa: un escritor tiene que ser como Dios en el mundo, estar en todas partes y no ser visible en ningún sitio. Yo no he tenido relación con ninguna mujer como Lola. Es una mujer enigmática, pero no me interesa tanto cómo es, sino cómo es capaz de remover la vida de Montalbán absolutamente. Montalbán protagoniza una huida absurda, es un poco como el Quijote. La verdad es que creo que El síndrome de Mowgli es una novela muy quijotesca...
-Has decidido utilizar un escenario clásico para una novela negra, o policiaca: el escenario del boxeo. Parece una novela americana.
–El boxeo es una metáfora muy interesante de la vida. La vida es lo mismo. Y, por otro lado, el personaje del perdedor, con dignidad, me resulta muy interesante. No diré yo el antihéroe: me refiero más bien al héroe cansado, como dice Pérez Reverte. Montalbán tiene que seguir peleando, aunque tal vez no quisiera. Y a veces, como en el boxeo las reglas están marcadas, estos personajes se sienten mejor dentro del universo de las doce cuerdas. Fuera, se pierden irremediablemente.
-Y de nuevo el viaje, otro de los elementos básicos de tus novelas.
-Si a la historia le viene bien, me gusta mover a los personajes por escenarios reconocibles para los lectores. Y Lisboa le viene estupendamente a esta novela, creo. Pero, después de todo, pienso que en una novela tienen que pasar cosas. Las historias buenas son las que tienen varias lecturas.
-Pero son viajes que buscan la liberación, la redención...
-Claro. Esa es una de las claves de mi narrativa. Yo quiero que el lector termine queriendo un poco a los personajes, y por eso buscan afanosamente la redención, porque han traicionado antes. Cuando era adolescente me gustaba mucho Graham Greene: quizás todo esto de la culpa me viene de él. Es un libro en el que se lucha por sobrevivir, no por ser héroe, sino por liberarse, por encontrar un lugar en el mundo. Un lugar en una jungla que no da muchas facilidades. En la vida no se hace lo que uno quiere, sino lo que uno puede. Y esto es lo que pasa en esta novela.

ABC de Galicia


«El boxeador encarna como nadie al perdedor con dignidad, es una metáfora de la vida»

EVARISTO AMADO SANTIAGO

Casi sin quererlo, y a golpe de lanzamiento, Andrés Pérez Domínguez (Sevilla, 1969) se ha convertido en un compostelano más. Tras visitar la capital gallega para presentar «El factor Einstein», el periodista y escritor andaluz regresa con la premiada «El síndrome de Mowgli» (Premio Internacional de Novela Luis Berenguer, Algaida). Muy alejada de los espacios y tiempos de sus predecesoras, la obra recrea la figura de un inadaptado atropellado por los fracasos, Rafael Montalbán, y su odisea hacia la redención.
-«El síndrome de Mowgli» se escapa bastante lejos del escenario de sus anteriores novelas... ¿Tenía ganas ya de dejar atrás la Segunda Guerra Mundial?
-Ocurre que la escribí entre «La clave Pinner» y «El factor Einstein», pero por el azar se publicó después. No quería dos novelas seguidas en un mismo ambiente, pero ocurrió. Aquí el protagonista es un ex boxeador, una figura muy diferente a las anteriores.
-La novela tiene un final radical.
-El lector es inteligente. No me gusta que me lo den todo hecho. Me gusta que al mes, al día, a la semana, piensen sobre la novela. Las buenas novelas son las que te siguen acompañando por mucho tiempo.
-La radio es una figura muy importante en la novela...
-Soy colaborador de Punto Radio en Sevilla, tengo una sección, la biblioteca de Protagonistas. La radio forma parte de mi vida. Hay un hecho curioso.Hice un programa cuando estaba en Onda Cero, en 2003. Entrevistábamos a los autores como si fuesen los personajes de sus novelas. A David Torres lo entrevisté como Esteban, protagonista de «El gran silencio». A los pocos días me llegó una carta de una mujer que llamó diciendo que quería contratarlo. La radio tiene una fuerza tan grande... La anécdota me sirvió de motor de la novela. Demuestra el poder inmenso que tiene la radio.
-Existen muchas películas memorables sobre boxeadores, pero pocas novelas.
-No hay demasiadas, pero el boxeador encarna como ningún personaje al perdedor con dignidad. Es una gran metáfora de la vida, levantarse tras un golpe y hasta que llegue el siguiente...
-¿Por qué Lisboa?
-Con esa fachada gastada, esas cuestas empedradas, ese aire nostálgico... Me venía muy bien. El personaje aprovecha su viaje para hacer algo que debería haber hecho veinte años atrás. Era como cruzar el Río Grande, como hacían los forajidos... La historia arranca en Madrid, pasa una mitad en la costa de Cádiz, y la otra en Lisboa.
-¿Y la figura de Mowgli?
-Es un homenaje a Kipling. Disney ha hecho películas muy buenas, pero «El libro de la selva» está desvirtuado. Mowgli se queda solo, no encaja ni con los animales ni con los humanos. Como en la novela, es la falta de pertenencia, no encajar.
-¿Qué prepara?
-Uf... He cometido la osadía de publicar dos este año... Tengo pendiente una novela corta, un libro de relatos, y otra en la que voy a volver al Berlín del 45, un homenaje a los españoles de Mauthausen. Los españoles jugaron un papel muy importante, quiero que se vea.
-¿A quién ve protagonizando la versión de cine de la novela?
-Bardem daría el tipo. también Eduard Fernández da el tipo de derrotado. El Robert de Niro de la época de «Toro salvaje» quedaría fantástico. Lo he puesto superwelter de forma interesada: pequeñajo, correoso.
-¿Ha conocido a algún Rafael Montalbán de carne y hueso?
-Son personajes que están ahí, en la calle. A alguno parecido, que ejerce de guardaespaldas. Es un mundo que, por desgracia, no queremos ver, pero está al pie de la calle.
Además de su faceta como escritor, Pérez Domínguez mantiene un espacio literario en la emisora sevillana de Punto Radio

jueves, 2 de octubre de 2008

Mercurio, octubre de 2008

EL SÍNDROME DE MOWGLI

Conocí a Andrés Pérez Domínguez cuando fue ganador del Premio de cuentos Max Aub –formaba yo parte del jurado- y he tenido ocasión de leer otros cuentos suyos también interesantes, pero sus publicaciones más difundidas son dos novelas: “La clave Pinner” y “El factor Einstein”. En ambas, Pérez Domínguez presenta ciertos ámbitos del mundo del espionaje al hilo de circunstancias históricas: en la primera se reconstruyen con acierto determinados aspectos de la sórdida España de posguerra, y en la segunda, aparte de la evocación también afortunada de diferentes espacios españoles, alemanes y norteamericanos de la época, se recrea el personaje de Albert Einstein en la peligrosa cercanía de una agente nazi descontrolada por un peculiar fanatismo.
Sin abandonar el campo del espionaje, en ambas novelas es evidente el propósito de elaboración de un texto marcado por la profundización en los personajes, un lenguaje literario expresivo y un ritmo no acuciado por las convenciones del género.
“El síndrome de Mowgli”, XVII Premio Luis Berenguer, mantiene la tónica estilística y hasta dramática de aquellas novelas, y aunque Pérez Domínguez ha abandonado los espacios históricos de la segunda guerra mundial, la novela ofrece una atmósfera propia de ciertas películas del thriller americano de la década de los años cincuenta del pasado siglo, y hasta el tipo de lenguaje, y su ritmo, también pausado, hecho a lo que pudiéramos llamar “planos-secuencia”, está interpolado por diálogos que son claros homenajes a aquel tipo de cinematografía.
El protagonista más evidente –pues resulta el narrador- es Rafael Montalbán, boxeador fracasado por escrúpulos morales, ocasional colaborador de un hombre poderoso, por fin matón a sueldo para aviso de morosos, adúlteros furtivos y otros especimenes similares en los márgenes de los usos sociales más aceptados, aunque siempre cumplidor de ciertas normas éticas que lo separan del sicario vulgar. Lector de novelas y hasta con ciertas tentaciones de escritor, el desengañado Montalbán, entusiasta de Kipling, se considera a sí mismo como un remedo del protagonista de “Los libros de la selva”, incapaz de integrarse en la manada de lobos pero también de encontrarse satisfecho entre su propios congéneres. Sin embargo, por la misteriosa fuerza de los arquetipos –que trajeron al verdadero Mowgli de otros modelos, entre los que no son los menos importantes aquellos hermanos, fundadores de Roma, que alimentó una loba- el personaje de Montalbán es heredero también de otros, como en un momento señala Lola, su “amor de perdición” y verdadera antagonista: “…siempre fuiste un caballero. Un caballero andante”. Y el arquetipo del caballero andante, sin tacha y sin miedo, es el que a la postre impregna a este perdedor cuyo profundo desarraigo no es capaz jamás de hacerle infringir su código del honor, que llega a lo quijotesco.
En cuanto a Lola, viene a ser otra “Mowgli” femenina que, trazada con menos elementos –al fin y al cabo la novela se construye como una especie de memoria/flujo de conciencia con focalización en Montalbán- consolida una personalidad desconcertante y sugerente, a pesar de los escuetos datos que de ella se nos ofrecen.
“El síndrome de Mowgli” nos vuelve a mostrar a un escritor capaz de imaginar historias que parecían ajenas a la ficción española, sin abandonar ni los escenarios reconocibles ni el empeño en conseguir una decidida palpitación literaria.

José María Merino

miércoles, 1 de octubre de 2008

Mis amigos de Galicia

El lunes pasado estuve en Santiago, de promoción. Cualquiera que se pase por aquí y que vea las entrevistas en gallego hablando de El síndrome de Mowgli se dará cuenta. Ya había estado allí en marzo, con El factor Einstein, y aunque siempre digo que hubiera preferido no publicar las dos novelas el mismo año, una de las mejores cosas que me han pasado por esta coincidencia ha sido volver a Galicia casi siete meses después de entonces. Uno no es del todo consciente de lo bien que se ha sentido en un sitio hasta que no se marcha de él y lo recuerda. El viaje es agotador: te tienes que ir de Sevilla un día antes porque desde por la mañana muy temprano María Arias, la superhéroe de prensa en Santiago pone a prueba tu resistencia y tu capacidad de atender a tanta gente. Apenas llevas dos horas y ya has perdido la cuenta de cuántas veces has entrado en un programa de radio, de las veces que has salido en la tele o de las fotos que te has hecho en el jardín. Lo de superhéroe -o tal vez se diga superheroína: por si la ministra Aído está al acecho y me cierra el blog- no es ninguna tontería: siempre que quedo pensando que María Arias tiene superpoderes, o quizá sea una meiga, por la de cosas que es capaz de conseguir, y que quepan, en un sólo día. Los autores siempre la recomendamos a nuestros editores. Cualquier escritor que haya estado en Santiago sabrá por qué.
Os dejo una muestra gráfica de mi paso por Galicia, un pequeño álbum de fotos donde caben unos cuantos amigos.




Aquí estoy con Carlos Roma, de Correo TV. Luego nos dimos un paseo muy agradable por el jardín mientras el cámara dejaba constancia. Hacía un día espléndido. Las dos veces que he estado en Santiago este año ha lucido el sol.

Éste es Miguel Giráldez, que me entrevistaba para la radio a la antigua usanza, acercándome la grabadora para que le contestase. Las entrevistas de Giráldez tienen muchas cosas buenas. La primera, que se ha leído los libros antes, y eso casi nunca sucede (salvo en Santiago); la segunda, que cuando estás hablando con él es como si los relojes no existieran. Tiene muchas más ventajas sentarte a hablar de libros con este tipo, pero no cabrían en una sola entrada de este blog.

Y esta mujer que está aquí es María Arias, la encargada de todo este barullo delicioso, y la que hizo todas las fotos. Salvo ésta, claro. ¿O tal vez la hizo ella también? A ver si va a ser verdad eso de que tiene algo de meiga. El que está sentado a mi lado es el gran Pemón Bouzas, al que conocí en febrero pasado, en Toledo, y enseguida nos hicimos amigos. Y es que ésta es una de mis escasas virtudes, que enseguida acabo haciéndome amigo de la buena gente.

Y ésta, que me perdonen los demás, es mi foto favorita. Me acompañan, de izquiera a derecha: Pemón Bouzas, Miguel Giráldez, y el entrañable Xurxo Fernández. Xurxo, de ti voy a hablar en la siguiente foto, conque sigue leyendo.

Durante la comida, este tipo, Xurxo Fernández. que tiene la buena costumbre de disfrutar con mis libros, estuvo a punto de hacer que se me saltaran las lágrimas. Escribir es un oficio muy raro, y a veces se te hace todo muy cuesta arriba, pero a veces pasas un rato con un tipo así y te das cuenta de que al final ha merecido la pena el esfuerzo.

Aquí estoy con Anxa Correa, desgranando las andanzas de Rafael Montalbán en El sindrome de Mowgli mientras la grabadora hace su trabajo.


Y aquí repitiendo la escena -y repetir en estas ocasiones es un placer- con Vanesa Oliveira.


La penúltima entrevista del día fue con Sandra Romero, en Radio Obradoiro. Me gustó la decoración del estudio, con las paredes agujeredas como si fueran estrellas, y, por supuesto, la entrevistadora.
Y ésta fue la última entrevista del día. He puesto esta foto movida porque me ha gustado mucho. La última vez que estuve en Santiago, con Ramón Castro y María Arias pasé el momento más divertido de toda la promoción. Y esta vez, antes de empezar la entrevista, nos reímos tanto que, si no nos avisan de que tenían que utilizar el estudio no me extrañaría que nos hubiéramos quedado un buen rato ahí los tres, riéndonos y contándonos cosas, olvidándonos de la entrevista y del avión que tenía que coger para volver a casa.

Todo esto va por vosotros. Con promoción o sin ella, con libro publicado o sin él, así, en plan general Mac Arthur pero sin ánimo belicista, desde luego, tened por seguro que volveré.

Un abrazo a todos.

El síndrome de Mowgli en El público lee

El síndrome de Mowgli en Eitb (programa Forum)

Presentación en Madrid

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