Editorial Algaida

Lo que pone en la contraportada

Rafael Montalbán tiene una forma poco ortodoxa de ganarse la vida: de jueves a sábado custodia la puerta de un club de alterne, y el resto de la semana ejerce de guardaespaldas ocasional y de cobrador de deudas por cuenta ajena. Pero su vida no fue siempre así: veinte años atrás era un boxeador prometedor que estuvo a punto de luchar por el título de Campeón de Europa superwelter, pero las cosas se torcieron: se enamoró de la mujer que menos le convenía y acabó traicionando a la única persona que se había portado bien con él. Ahora ha decidido empezar de nuevo, y cuando un periodista le propone ir a un programa de radio para contar su vida a los oyentes encuentra la excusa perfecta para expiar sus culpas. Pero eso no será más que el principio. Para volver al punto donde su existencia tomó un desvío equivocado y ajustar cuentas con el pasado deberá emprender un viaje que lo llevará desde Madrid hasta la costa de Cádiz, y luego a Lisboa.
Con una poderosa historia de amor y venganza como telón de fondo y la necesidad de ser aceptado por los demás, El síndrome de Mowgli es muchas cosas a la vez: una novela descarnada y tierna por momentos, donde el protagonista, Rafael Montalbán, por mucho que lo ha intentado no ha logrado encontrar su lugar en el mundo, como el protagonista de El libro de la Selva; un homenaje al personaje creado por Ruyard Kipling y a los libros y a los héroes que marcaron las lecturas de nuestra niñez; pero sobre todo es la confirmación como novelista de Andrés Pérez Domínguez, que atrapa al lector con su habitual fluidez narrativa y el espléndido desarrollo psicológico de los personajes.

jueves, 23 de octubre de 2008

Unión web


Una inquietante aventura



Union-Web/Valencia
El personaje de la novela de Kipling, Mowgli, en el Libro de la Selva, es un ser aprisionado entre dos mundos a ninguno de los cuales termina de pertenecer. Esa es la encrucijada del protagonista de la obra de Andrés Pérez Domínguez.
Un boxeador que no llegó a ser el campeón que ansiaba y que por el sumidero de su fracaso deportivo parece que se le escapa el resto de su vida. Ya no es un deportista disciplinado e iluso, pero tampoco consigue ser un ciudadano con un trabajo normal, estable y mediocre. Parece que quienes se educaron en la persecución de la quimera no consiguen adaptarse al mundo real.
Los lectores se verán atrapados en los vericuetos de ilusiones, miedos y aventuras de este ex-boxeador, metido a guardaespaldas, portero de discoteca y hombre enamorado de una mujer fatal. En él, conviven el valor y la caballerosidad algo fatalista que acompañan a los héroes quijotescos de nuestra literatura.
Si existen otras dimensiones paralelas, Montalbán, que es como se llama el protagonista de esta novela, vive en una de ellas, aquí al lado, en esa realidad paralela a la que nos trasplantamos con la lectura. Primero es una mirada furtiva, después viene la sorpresa de encontrarnos a nosotros mismos en reflexiones que creíamos olvidadas, y al final terminamos viviendo el estrés, la tensión y la vida del otro como si fuese la nuestra.
Y es que todos hemos sido Mowgli alguna vez, todos vivimos entre dos mundos, el de nuestras ilusiones y nuestra vida, el peligro está en saber a lo que tienes que renunciar para quedarte en la vida real. Esta obra te invita a seguir andando, a mantener la tensión entre la vida y la ilusión sin renunciar a ninguna de ellas.
¿Por qué un boxeador? Le pregunto al autor:
-Escogí el boxeo de una manera deliberada. Es un deporte en el que has de levantarte muchas veces de la lona para seguir. Un lugar acotado por doce cuerdas, donde se vive con reglas y disciplina que te abandonan cuando te enfrentas a la vida de fuera del ring.

¿Eres consciente que ahondas en el mito de la mujer fatal?
-Soy un escritor hasta ahora de protagonistas masculinos. Escribo desde los sentimientos de mis protagonistas, por eso las mujeres ocupan personajes secundarios, que influyen en todo, que están presentes en toda la obra, pero que apenas intervienen en la acción. En este caso es el papel de mujer fatal, por supuesto, pero Montalbán no la culpa de sus penas, ella es simplemente así.
¿Existe realmente ese mundo de violencia, de guardaespaldas, de matones?
-Esto es una realidad con la que convivimos, en algún programa de radio hemos presentado como reales a algunos de estos personajes de ficción y muchos oyentes han reaccionado tratando de contratarlos.
¿Por qué haces que tu protagonista mantenga la honradez, la lealtad, el amor a la vida en un mundo tan difícil donde no va a tener ninguna recompensa por ello?
-Mis personajes mantienen todo un espíritu quijotesco, sino no los reconocería como míos. El hombre que yo vivo es un ser complejo que termina redimiéndose por mantener sus principios, por mucho que estos le resulten inadecuados o perjudiciales.
¿Por qué un final tan sorprendente?
-Sin desvelar el contenido de la novela, me gustan esos finales donde el lector puede crear su propio desenlace.

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