Una inquietante aventura
Union-Web/Valencia
El personaje de la novela de Kipling, Mowgli, en el Libro de la Selva, es un ser aprisionado entre dos mundos a ninguno de los cuales termina de pertenecer. Esa es la encrucijada del protagonista de la obra de Andrés Pérez Domínguez.
Un boxeador que no llegó a ser el campeón que ansiaba y que por el sumidero de su fracaso deportivo parece que se le escapa el resto de su vida. Ya no es un deportista disciplinado e iluso, pero tampoco consigue ser un ciudadano con un trabajo normal, estable y mediocre. Parece que quienes se educaron en la persecución de la quimera no consiguen adaptarse al mundo real.
Los lectores se verán atrapados en los vericuetos de ilusiones, miedos y aventuras de este ex-boxeador, metido a guardaespaldas, portero de discoteca y hombre enamorado de una mujer fatal. En él, conviven el valor y la caballerosidad algo fatalista que acompañan a los héroes quijotescos de nuestra literatura.
Si existen otras dimensiones paralelas, Montalbán, que es como se llama el protagonista de esta novela, vive en una de ellas, aquí al lado, en esa realidad paralela a la que nos trasplantamos con la lectura. Primero es una mirada furtiva, después viene la sorpresa de encontrarnos a nosotros mismos en reflexiones que creíamos olvidadas, y al final terminamos viviendo el estrés, la tensión y la vida del otro como si fuese la nuestra.
Y es que todos hemos sido Mowgli alguna vez, todos vivimos entre dos mundos, el de nuestras ilusiones y nuestra vida, el peligro está en saber a lo que tienes que renunciar para quedarte en la vida real. Esta obra te invita a seguir andando, a mantener la tensión entre la vida y la ilusión sin renunciar a ninguna de ellas.
¿Por qué un boxeador? Le pregunto al autor:
-Escogí el boxeo de una manera deliberada. Es un deporte en el que has de levantarte muchas veces de la lona para seguir. Un lugar acotado por doce cuerdas, donde se vive con reglas y disciplina que te abandonan cuando te enfrentas a la vida de fuera del ring.
¿Eres consciente que ahondas en el mito de la mujer fatal?
-Soy un escritor hasta ahora de protagonistas masculinos. Escribo desde los sentimientos de mis protagonistas, por eso las mujeres ocupan personajes secundarios, que influyen en todo, que están presentes en toda la obra, pero que apenas intervienen en la acción. En este caso es el papel de mujer fatal, por supuesto, pero Montalbán no la culpa de sus penas, ella es simplemente así.
¿Existe realmente ese mundo de violencia, de guardaespaldas, de matones?
-Esto es una realidad con la que convivimos, en algún programa de radio hemos presentado como reales a algunos de estos personajes de ficción y muchos oyentes han reaccionado tratando de contratarlos.
¿Por qué haces que tu protagonista mantenga la honradez, la lealtad, el amor a la vida en un mundo tan difícil donde no va a tener ninguna recompensa por ello?
-Mis personajes mantienen todo un espíritu quijotesco, sino no los reconocería como míos. El hombre que yo vivo es un ser complejo que termina redimiéndose por mantener sus principios, por mucho que estos le resulten inadecuados o perjudiciales.
¿Por qué un final tan sorprendente?
-Sin desvelar el contenido de la novela, me gustan esos finales donde el lector puede crear su propio desenlace.
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