Editorial Algaida

Lo que pone en la contraportada

Rafael Montalbán tiene una forma poco ortodoxa de ganarse la vida: de jueves a sábado custodia la puerta de un club de alterne, y el resto de la semana ejerce de guardaespaldas ocasional y de cobrador de deudas por cuenta ajena. Pero su vida no fue siempre así: veinte años atrás era un boxeador prometedor que estuvo a punto de luchar por el título de Campeón de Europa superwelter, pero las cosas se torcieron: se enamoró de la mujer que menos le convenía y acabó traicionando a la única persona que se había portado bien con él. Ahora ha decidido empezar de nuevo, y cuando un periodista le propone ir a un programa de radio para contar su vida a los oyentes encuentra la excusa perfecta para expiar sus culpas. Pero eso no será más que el principio. Para volver al punto donde su existencia tomó un desvío equivocado y ajustar cuentas con el pasado deberá emprender un viaje que lo llevará desde Madrid hasta la costa de Cádiz, y luego a Lisboa.
Con una poderosa historia de amor y venganza como telón de fondo y la necesidad de ser aceptado por los demás, El síndrome de Mowgli es muchas cosas a la vez: una novela descarnada y tierna por momentos, donde el protagonista, Rafael Montalbán, por mucho que lo ha intentado no ha logrado encontrar su lugar en el mundo, como el protagonista de El libro de la Selva; un homenaje al personaje creado por Ruyard Kipling y a los libros y a los héroes que marcaron las lecturas de nuestra niñez; pero sobre todo es la confirmación como novelista de Andrés Pérez Domínguez, que atrapa al lector con su habitual fluidez narrativa y el espléndido desarrollo psicológico de los personajes.

lunes, 6 de octubre de 2008

Entrevista en El Correo Gallego

Cuando no hay un lugar en el mundo
05.10.2008
Andrés Pérez domínguez publica ‘El Síndrome de Mowgli’ en Algaida, premio Luis Berenguer
TEXTO: J. MIGUEL GIRÁLDEZ FOTOS: FERNANDO BLANCO
En pocas semanas he hablado dos veces con el gran Andrés Pérez Domínguez. El sevillano alcanzó un éxito notable con su novela anterior, El factor Einstein. Hablo con él en Santiago, de la mano de María Arias, siempre atenta, siempre al quite literario. Gracias, María, o sea. Y Andrés, qué decir. Un tipo estupendo. Descubro que tenemos amistades comunes, admiraciones comunes también: Luis Mateo Díez o José María Merino, uno de los más grandes narradores de cuentos de este país, junto a Antonio Pereira, pongamos por caso. Merino es buen amigo de Pérez Domínguez, y Andrés me dice que tiene cuentos preparados. A ver qué pasa. El síndrome de Mowgli acaba de ganar el premio Luis Berenguer de novela, y Algaida (Anaya) acaba de sacar una edición cuidada con mimo, como suele. La novela, que se escribió antes de El factor Einstein, lo merece. Es la mejor novela de Andrés Pérez Domínguez hasta el momento. La más cuidada, la más elaborada, la que mejor mantiene el edificio del estilo. Y, desde luego, la novela en la que los personajes son más perfectos y más complejos. Porque, más allá de la trama, imprescindible en una novela negra, y esta lo es, aquí estamos ante una historia de personajes, todos ellos fieramente humanos.
–Bueno, Andrés, parece que has cambiado de chip, has dejado un poco de lado la novela histórica y te destapas ahora con una novela negra pura y dura.
–He cambiado el marco. La clave Pinner y El factor Einstein se desarrollaban en la atmósfera de la II Guerra Mundial , eran novelas de espías, y esta es, en cambio, una novela contemporánea, actual, y no tiene nada de guerras ni de ambiente histórico. Pero mira, creo que está hecha con los mismos mimbres. Creo que son también personajes al borde del abismo, personajes que buscan un lugar en el mundo. Es lo que se llama, digamos, mi universo literario. Pienso que estoy en condiciones de decir que mi universo literario se basa en la traición, la redención, el sacrificio, la amistad y la responsabilidad. Creo que estos son los ingredientes que caracterizan mis intereses literarios.
-Me ha parecido una novela muy cuidada. Una novela, que, supongo, beberá de influencias tan claras como las de Dashiel Hammet o Raymond Chandler. Y bueno, he pensado que tu personaje, Montalbán, bien puede ser un homenaje, quizás involuntario, a Vázquez Montalbán. Pero sí, la trama es una trama de perdedores, de seres que no logran vivir en la selva contemporánea. El diseño de los personajes es, para mí, lo mejor de este libro.
-Sí, estoy de acuerdo en lo que dices, desde luego. Lo más importante de la novela es, pienso yo, la metáfora de la que surge la novela y que da origen al tírulo. Es verdad, se refiere a la gente que no logra encontrar un lugar en el mundo. Disney ha hecho grandes películas, pero a veces ha desvirtuado un poco las historia reales. Y hay que pensar en la historia verdadera de El libro de la selva. Mowgli tiene mala suerte, yo de niño sufría mucho con él. Me daba pena. Porque claro, llega un momento que es demasiado inteligente para los animales de la selva, pero también demasiado salvaje para los humanos de la aldea. Así que no encuentra su lugar. Y por eso se tiene que convertir en una especie de cazador solitario. A Rafael Montalbán, que es un matón, que se dedica a dar palizas por encargo, le pasa exactamente eso: es la pieza del puzle que no acaba de encajar. Y él lo sabe. Bueno, y en cuanto a lo de Montalbán, o Montaner, no pensé en Vázquez Montalbán, si soy sincero, aunque quizás sí lo hice inconscientemente, ahora que lo dices.
-Y está la radio, que sale en la novela, que es muy importante en la novela. Claro, tú también eres un hombre dedicado a las ondas, tienes tu espacio en Punto Radio, y...
-Sí, la radio es el lugar en el que Montaner va a expiar sus culpas. Es el lugar en el que ve a Teresa Bernal, la mujer de ojos verdes que conocía de verla en la televisión. La radio es una parte importante de la novela, y sí, claro, tiene que ver con mi experiencia personal. Luego están las mujeres, como Teresa Bernal o Lola, en este caso, que son el auténtico motor de todas mis novelas... son las personas que mueven los hilos detrás de todo... La verdad es que escribí esto porque entrevisté a mi amigo David Torres como personaje, no como autor (era algo que hacíamos para un programa de ámbito nacional). El personaje de David Torres también es un matón que da palizas por encargo, así que debió de resultar muy creíble en el papel de su personaje. Lo digo porque una mujer mayor me escribió a la radio y me pidió que le dijera cómo podía contactar con aquel hombre, o sea, "con el personaje de David Torres", porque sus vecinos le estaban haciendo la vida imposible... Ella quizás no se imaginaba que a quien estábamos entrevistando era al escritor, claro. Por eso coloqué a Montalbán en una radio: quería hacer un homenaje al medio.
-Es curioso cómo acaba yendo al programa de radio, aunque parecía que no lo deseaba. Y esa soledad, tras el programa... se siente como si lo hubieran utilizado. Pero bueno, a fin de cuentas, gracias al programa de radio, a haber contado su vida en directo, aparece de nuevo Lola en su vida. Lola, esa mujer ácrata, escurridiza, que tiene un gran magnetismo. Me pregunto si está diseñada sobre una persona real...
-Ya sabes lo que dice Vargas Llosa: un escritor tiene que ser como Dios en el mundo, estar en todas partes y no ser visible en ningún sitio. Yo no he tenido relación con ninguna mujer como Lola. Es una mujer enigmática, pero no me interesa tanto cómo es, sino cómo es capaz de remover la vida de Montalbán absolutamente. Montalbán protagoniza una huida absurda, es un poco como el Quijote. La verdad es que creo que El síndrome de Mowgli es una novela muy quijotesca...
-Has decidido utilizar un escenario clásico para una novela negra, o policiaca: el escenario del boxeo. Parece una novela americana.
–El boxeo es una metáfora muy interesante de la vida. La vida es lo mismo. Y, por otro lado, el personaje del perdedor, con dignidad, me resulta muy interesante. No diré yo el antihéroe: me refiero más bien al héroe cansado, como dice Pérez Reverte. Montalbán tiene que seguir peleando, aunque tal vez no quisiera. Y a veces, como en el boxeo las reglas están marcadas, estos personajes se sienten mejor dentro del universo de las doce cuerdas. Fuera, se pierden irremediablemente.
-Y de nuevo el viaje, otro de los elementos básicos de tus novelas.
-Si a la historia le viene bien, me gusta mover a los personajes por escenarios reconocibles para los lectores. Y Lisboa le viene estupendamente a esta novela, creo. Pero, después de todo, pienso que en una novela tienen que pasar cosas. Las historias buenas son las que tienen varias lecturas.
-Pero son viajes que buscan la liberación, la redención...
-Claro. Esa es una de las claves de mi narrativa. Yo quiero que el lector termine queriendo un poco a los personajes, y por eso buscan afanosamente la redención, porque han traicionado antes. Cuando era adolescente me gustaba mucho Graham Greene: quizás todo esto de la culpa me viene de él. Es un libro en el que se lucha por sobrevivir, no por ser héroe, sino por liberarse, por encontrar un lugar en el mundo. Un lugar en una jungla que no da muchas facilidades. En la vida no se hace lo que uno quiere, sino lo que uno puede. Y esto es lo que pasa en esta novela.

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