Golpes bajos
El perdedor es el antihéroe por excelencia que más páginas ha ocupado (ocupa y ocupará) en la historia de la literatura. Y sin duda, su constante presencia en el imaginario narrativo se debe a la enorme riqueza de ángulos, aristas y enfoques que presenta este personaje a la hora de que el escritor le saque partido como personaje, a la vez que lo utiliza a modo de instrumento eficaz para indagar en la naturaleza humana. Esta figura poliédrica y entroncada con diferentes estilos, que van desde la picaresca hasta el realismo sucio, encontró su mejor acomodo en el género negro, repleto de detectives, de policías fracasados y de ambiguos personajes entre los que también han tenido su protagonismo los periodistas y los boxeadores.
Todos ellos y especialmente los púgiles encarnan las cicatrices de la derrota, la lucha por la supervivencia, el duelo interno entre la inmoralidad y viejos códigos de honor, y no existe ninguno de estos personajes que no arrastre un drama emocional, la sombra de una mujer, a veces paciente y esperanza aunque huya de los claroscuros de la relación y en ocasiones mujer fatal con posibilidades de redimirse.
Este perfil lo domina perfectamente el escritor sevillano Andrés Pérez Domínguez, autor de novelas como ‘La Clave Pinner’ y ‘Factor Einstein’, definidas por la escenografía histórica del espionaje en la Guerra Civil española y en la Segunda Guerra Mundial y en la que sus protagonistas son seres en fuga y extraños de sí mismos, en busca de redimir su pasado a través de una aventura emocional y de intriga.
Estas características aparecen de nuevo en su última novela ‘El Síndrome de Mowgli’, Premio de Novela Luis Berenguer editado por Algaida, en la que Pérez Domínguez echa mano de la atmósfera y la técnica narrativa del cine negro que tanto admira (de hecho El Tercer Hombre es una de sus películas favoritas y referentes en su narrativa) para crear un drama impresionista en torno a un boxeador que se esconde de su pasado como un matón a sueldo, escéptico, metódico y obsesionado con recuperar un amor perdido y volver a soñar la vida en Lisboa. La trama del protagonista Montalbán, acompañado por el recuerdo de Lola, el apoyo de El Gordo, la fascinación por Teresa Bernal y el locutor radiofónico Oscar Gómez, vuelve como en anteriores novelas suyas a indagar en la traición, en la culpa, en la amistad, en los golpes bajos de la vida y en la cruzada del perdedor en su intento de expiar su derrota y reencontrarse consigo mismo. La diferencia está en la madurez del estilo y en la manera con la que Pérez Domínguez envuelve al lector con esta historia emotiva, romántica, repleta de excelentes personajes secundarios con los que rinde homenaje al mundo del boxeo, a la radio y especialmente al valor de ganarle a la vida por puntos.
Guillermo Busutil
El perdedor es el antihéroe por excelencia que más páginas ha ocupado (ocupa y ocupará) en la historia de la literatura. Y sin duda, su constante presencia en el imaginario narrativo se debe a la enorme riqueza de ángulos, aristas y enfoques que presenta este personaje a la hora de que el escritor le saque partido como personaje, a la vez que lo utiliza a modo de instrumento eficaz para indagar en la naturaleza humana. Esta figura poliédrica y entroncada con diferentes estilos, que van desde la picaresca hasta el realismo sucio, encontró su mejor acomodo en el género negro, repleto de detectives, de policías fracasados y de ambiguos personajes entre los que también han tenido su protagonismo los periodistas y los boxeadores.
Todos ellos y especialmente los púgiles encarnan las cicatrices de la derrota, la lucha por la supervivencia, el duelo interno entre la inmoralidad y viejos códigos de honor, y no existe ninguno de estos personajes que no arrastre un drama emocional, la sombra de una mujer, a veces paciente y esperanza aunque huya de los claroscuros de la relación y en ocasiones mujer fatal con posibilidades de redimirse.
Este perfil lo domina perfectamente el escritor sevillano Andrés Pérez Domínguez, autor de novelas como ‘La Clave Pinner’ y ‘Factor Einstein’, definidas por la escenografía histórica del espionaje en la Guerra Civil española y en la Segunda Guerra Mundial y en la que sus protagonistas son seres en fuga y extraños de sí mismos, en busca de redimir su pasado a través de una aventura emocional y de intriga.
Estas características aparecen de nuevo en su última novela ‘El Síndrome de Mowgli’, Premio de Novela Luis Berenguer editado por Algaida, en la que Pérez Domínguez echa mano de la atmósfera y la técnica narrativa del cine negro que tanto admira (de hecho El Tercer Hombre es una de sus películas favoritas y referentes en su narrativa) para crear un drama impresionista en torno a un boxeador que se esconde de su pasado como un matón a sueldo, escéptico, metódico y obsesionado con recuperar un amor perdido y volver a soñar la vida en Lisboa. La trama del protagonista Montalbán, acompañado por el recuerdo de Lola, el apoyo de El Gordo, la fascinación por Teresa Bernal y el locutor radiofónico Oscar Gómez, vuelve como en anteriores novelas suyas a indagar en la traición, en la culpa, en la amistad, en los golpes bajos de la vida y en la cruzada del perdedor en su intento de expiar su derrota y reencontrarse consigo mismo. La diferencia está en la madurez del estilo y en la manera con la que Pérez Domínguez envuelve al lector con esta historia emotiva, romántica, repleta de excelentes personajes secundarios con los que rinde homenaje al mundo del boxeo, a la radio y especialmente al valor de ganarle a la vida por puntos.
Guillermo Busutil
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